Dificil expresar el increíble parecido de estas dos sensaciones…
Una tan seca, tan ruidosa;
otra salada, hasta espumosa..
Pero hay algo que las une,
en el punto en que aprendí
a no forzar las cosas…
a esperar, no sin esperanza
pero con despojo,
deshojando sin preguntas
a los pétalos del tiempo.
Sabiendo que un no y un sí
están quietos a la espera,
tal como mis pies,
de que llegue la ola hasta la arena
y en un trabajo conjunto
de la inercia con la paz,
del hacer y el dejarse llevar,
de quien se va y vuelve
y quien sabe que volverá,
la huella queda marcada
en este momento, el presente.
Al menos hasta que la ola vuelva
y arrastre consigo a las charcas,
las esquinas, los rebordes, las paredes,
los encuentros de unos pies
en este bajorrelieve…
Y los lleve vuelta al mar,
que, como la vida,
nunca se sabe para donde irá.