miércoles, 11 de abril de 2012

Desahogo del inconsciente

Naturaleza, se siente. Tocar, oír, mirar, saborear, oler, llegar a ella con el corazón, que ella llegue a tu corazón.

Tiene sus misterios insondables, tiene demasiado para enseñarte;

Está en tus sueños, y en tu realidad, y en esa otra realidad que a todos nos cuesta divisar.

Es la esperanza de tener tiempo, para conocerla y conocerte en todas tus formas y estados, en todas sus fases y tiempos, y en los no tiempos que rigen en otros estados.
Se nos dió la libertad de conocer el mundo, pero la malinterpretamos, la desaprovechamos, muchas veces, limitando ese mundo a lo más cercano.

Claro se ve el cielo, aunque si nos hundimos en él, conocemos su oscuridad; esperemos que en alguna de nuestras muchas oportunidades, podamos llegar a comprenderla.

Hay una rebeldía latente en la piel de ésta generación, no una generación de personas, sino del mundo por entero: Todo lo que vive aquí se da cuenta de que se ha llegado a un punto, que rozando el final, se alarga hacia el infinito, queriendo empezar el ciclo nuevamente; Que hay que cambiar todo, menos la esencia, pero es que ese todo, cubre a la esencia, y debemos revelarnos para renovarnos, para empezar una nueva vida.

Una sensación de paz viene adentro de ese árbol, que tardará en madurar, pero al fin florecerá.

Siento maestros a todos los que estoy conociendo en esta etapa de mi vida, a los que nunca había visto y a los que me acompañan hace tiempo, a quienes estoy re-conociendo, porque aprendo de todos ellos, de su paciencia, de sus consejos, de sus acciones, de su no hacer, de sus ojos, sus manos, sus ideas, sus abrazos, de su entrega, de su amor.

De su amor hacia mi, de su amor al mundo, de su necesidad de amor…
de como cada uno vive a través de lo que ama.

La transformación puede ser lenta, pero total, total sin ser exigente, sin ser absoluta: al cabo de ella podés sentir que no has cambiado en nada.
Porque al final solo habrá cambiado eso que no era nada para vos:
tus pretextos y afirmaciones, tus rencores, tus penurias, tus envidias y convicciones; a los que dabas mucho valor, solo por sentirlos dentro tuyo, pero luego… los dejás ir, los mirás alejarse, deshacerse, y sabés que estaban hechos de humo. Que lo que queda en vos ahora es el pichón de pajarito, que desprovisto de falsas seguridades, tiene que seguir a su instinto y echarse a volar.

Escrito en ejercicio literario, el lunes 09/04/12

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