miércoles, 4 de febrero de 2015

Era como una manzana entera de hospital blanco, para un grafitero que quisiera abarcarlo todo, abrazarlo, rodearlo, llenarlo de color.
Era impredecible como limpiar monedas oxidadas dentro de un vaso con brebaje nego, dulce y burbujeante. Era mirar hacia arriba, con nocion de cuan dificil seria la subida, y era tambien, pararse en la punta del risco e imaginar con sonrisa morbosa todas las posibles caidas.
Era magnolia fresca, que perfumaba, sobretodo, en la noche vacia y en la distancia. Como querer asir la felicidad, no por el mango, al alcance de la mano, sino por donde mas quemaba.
Era la musica de los teclados, biromes y lapiceras fuente que escriben de madrugada.
Unos deseos locos de danzar, sobre los barcos, de zapatear los techos, de amarrarse, soltarse, sentir la gravedad al caer boca sobre boca, y asi, desmenuzarse.
Era una planta infima, de raices hambrientas y frutos muchos, rojos, picantes y violetas.
Era dejar al mar que lo revolcara a uno, disfrutar al percibir cada rincon de la respiracion, la adrenalina de esperar la muerte en cada vuelta, el drama en cada gota, y salir al fin con las heridas cerradas por la sal. Era cruzar un puente infinito bajo la luna. Y la cancion justa, perfecta en el colectivo, vacio.

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